Solidarios en acción: Música por el futuro y el entendimiento en la ex Yugoslavia

Músicos Sin Fronteras trabaja por fomentar el diálogo a través de la música en lugares donde los conflictos o guerras han dividido a los ciudadanos. Su presencia más destacada está en Bosnia-Herzegovina y Kosovo, donde han fundado escuelas de música, una banda de rock, coros... Quince años después del fin de la guerra en la ex Yugoslavia, las rencillas aún siguen muy patentes en la vida diaria de los habitantes de esta región de los Balcanes, pero la música les trae un soplo de esperanza.


Músicos Sin Fronteras ha fundado una escuela de música en Srebrenica, la ciudad bosnia que sufrió la matanza de unos 8.000 varones musulmanes por las tropas de Ratko Mladic en 2005, cuando ya se consideraba por la ONU un enclave seguro. Músicos Sin Fronteras ayuda a niños y a jóvenes músicos a encontrar un ambiente distendido y de diálogo a través de los instrumentos y el canto.

"El conflicto no está superado en absoluto". Así de tajante se muestra Laura Hassler, fundadora y directora de Músicos Sin Fronteras, una ONG con sede en Holanda que hace de la música una herramienta de entendimiento entre diferentes culturas, especialmente en regiones en conflicto como en la ex Yugoslavia. La organización comenzó su andadura en los Países Bajos, haciendo tocar o cantar juntos a músicos y estudiantes de música de distintos orígenes, en un país multiétnico que acoge a personas de todos los lugares del mundo.

Ahora la presencia más destacada de esta organización está en Bosnia-Herzegovina y Kosovo. La directora de Músicos Sin Fronteras cuenta que a finales de la guerra en la ex Yugoslavia, en torno al cambio de siglo, un 80 por ciento de los músicos huyó del país y la cantidad de músicos se redujo “drásticamente” en una región tradicionalmente rica en cultura musical.

Desde entonces, Músicos Sin Fronteras ayuda en la zona suministrando instrumentos a los estudiantes de música y jóvenes profesionales que no tienen dinero para adquirirlos, pero también con la dirección de una escuela de música, bandas de rock, coros… Los proyectos son casi innumerables.

Su objetivo es que no se pierda la cultura musical, tanto clásica como moderna, pero sobre todo buscan hacer de la música un vehículo para el entendimiento. Y es que 15 años después del fin del conflicto armado, las heridas continúan abiertas.


Mujeres de 30 a 75 años que perdieron a sus maridos y familiares durante el conflicto serbobosnio viven aún hoy, quince años después del fin de la guerra, en campamentos de refugiados. Un pequeño coro formado por estas mujeres les ayuda a canalizar sus emociones.

- Mitrovica, ciudad dividida.

Hassler recuerda el ejemplo de la ciudad de Mitrovica, en la que desde entonces sus ciudadanos viven divididos literalmente por un río que cruza la localidad las personas de origen serbio de los albanos (población mayoritaria en esta localidad). Mitrovica pertenece al Kosovo, que se declaró independiente unilateralmente hace ya más de dos años y que aún continúa a la espera de un reconocimiento internacional.

En esta ciudad, Músicos Sin Fronteras ha fundado una escuela de rock para niños y jóvenes. Pero no tienen más remedio que impartir las clases en dos sedes distintas, porque “a los niños les está prohibido cruzar el puente [del río], es peligroso”, explica Laura Hassler.

Eso sí, el verano pasado pudieron reunirles a todos en un campamento de verano en Macedonia, terreno neutral a pocas horas en coche. No hubo problemas de convivencia, tampoco abordaron el tema del conflicto con los niños, que se limitaron a compartir su pasión por la música. La fundadora del proyecto asegura que aunque ahora no se ven, siguen en contacto a través de redes sociales como Facebook y también publican vídeos en YouTube.

Laura Hassler cuenta que tras el conflicto, la música se ha politizado en los Balcanes y ha dado lugar a letras “nacionalistas y agresivas” en algunos casos. Además, se queja de que en los colegios apenas se dé clases de música, algo que considera una “tragedia”. Asegura que aún hoy, es “muy difícil entablar relaciones entre los distintos grupos étnicos” de la zona (musulmanes, cristianos, albano-kosovares independentistas, serbios, bosnios, etc.).


La ciudad de Mitrovica sigue sufriendo a día de hoy el enfrentamiento étnico entre personas de origen bosnio y albanokosovares. Viven divididos literalmente por un río y los niños tienen prohibido cruzarlo, lo que ha obligado a MSF a dar clase de rock en dos sedes distintas en una misma ciudad.

- Experimentar la reconciliación y el diálogo.

Músicos Sin Fronteras acaba de conseguir un fondo del Ministerio de Asuntos Exteriores holandés para financiar sus proyectos en Bosnia y Kosovo durante los próximos dos años y medio con una condición: que en este tiempo el proyecto en los Balcanes adquiera su independencia y se pueda gestionar solo. “Somos una organización muy pequeña”, explica esta cantante y directora de coros. “Lo que queremos es dar ejemplo y crear un modelo que inspire a otros”.

Enseñan música clásica, popular, rock, tango y todo tipo de estilos a niños desde los seis años hasta jóvenes de 25. Éstos últimos acostumbran a ser jóvenes profesionales que necesitan apoyo académico para seguir desarrollándose.

Con los niños y jóvenes a los que ayudan en Bosnia organizan giras por la zona con la intención de transmitir implícitamente la idea del diálogo y el fin de los enfrentamientos a quienes acuden a escucharles y a los propios músicos, grandes y pequeños, que comparten clases y escenario. “Sin decir una sola palabra sobre reconciliación, ellos lo viven, porque están tocando la música de unos y de otros. Tratamos de enseñar la riqueza de la diversidad en vez de las divisiones y los nacionalismos”, incide Hassler.


Músicos Sin Fronteras quiere que niños y mayores olviden los distintos conflictos a los que se tienen que enfrentar a diario, en la ex Yugoslavia, en Holanda (donde tienen su sede), en algunas zonas marginales de Estados Unidos, en Ruanda, Palestina...

- Música para procesar emociones.

MSF también fomenta el canto entre mujeres que se quedaron viudas y sin ningún familiar tras la guerra. Tienen desde 30 hasta 75 años y aún hoy viven en campamentos de refugiados “olvidadas” por las autoridades, según denuncia esta activista musical. “Intentamos que puedan procesar sus emociones y su dolor a través de la música”, indica.

Además de los diversos proyectos en Bosnia y Kosovo, Músicos Sin Fronteras también promueve el entendimiento a través de la enseñanza de la música en los campos de refugiados palestinos en Cisjordania, en barrios marginales de Estados Unidos e incluso está planeando ayudar en Uganda y Ruanda.

“Queremos movilizar a los músicos, poner la música en el corazón de las vidas de gente que vive conflictos violentos que de otra forma parecen insalvables”, concluye Hassler optimista y esperanzada.


En Cisjordania, MSF trabaja con niños en campamentos de refugiados, hospitales, localidades apartadas.... para ayudarles a evadirse de los enfrentamientos de los mayores.

fuente: María Torrens - La Información

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