La reconstrucción de Haití. Cuatro euros por un día de trabajo

Sorprende, al volver a Puerto Príncipe cinco meses después del terremoto, cómo hay todavía edificios derrumbados exactamente igual que al día siguiente de caer. Debajo de esos escombros, unos muertos que ya han dejado de llamar la atención de los vivos porque su olor ya no les recuerda que siguen ahí abajo.

Ya no huele a muerte en Puerto Príncipe. En este escenario es habitual la imagen de un hombre solo en medio de una gran montaña de ruinas sacando los escombros con sus manos, piedra a piedra, hierro a hierro, con una desangelada carretilla a sus pies como única herramienta. El más afortunado dispone de pico y pala. Al ver la estampa uno no puede evitar preguntarse si terminará algún día.

A veces lo hacen en grupo, en brigadas muy visibles porque van ataviadas con camisetas repartidas por las oenegés más potentes que operan en el país. Estos ciudadanos haitianos son los beneficiarios del cash for work -dinero en efectivo por trabajo-, una fórmula autorizada por el Gobierno de Haití y aplicada por Naciones Unidas y oenegés de todo el mundo con el doble objetivo de hacerlos partícipes en la reconstrucción del país y, al mismo tiempo, convertirse en una fórmula de control social en un escenario donde miles de personas han perdido sus trabajos, sus casas y no cuentan con ninguna fuente de ingresos. La tarifa oficial establecida por el Gobierno de Haití para el cash for work es de 150 gourdes (cinco dólares o cuatro euros, aproximadamente). Generalmente, este dinero sale de las arcas de las organizaciones internacionales y oenegés porque el Gobierno haitiano no puede hacerse cargo. Labores de desescombro y de limpieza de los canales por donde circulan las aguas residuales -fundamental para evitar inundaciones en un momento en el que se esperan importantes lluvias- son las más habituales.

Nada es fácil en Haití. Tampoco organizar un cash for work.

El día empieza pronto en Puerto Príncipe y el sol ya cae a plomo a primera hora de la mañana. Una brigada de unos 40 ciudadanos haitianos trabajan en la limpieza del canal de agua residual Watson, en el barrio de Martissant de la capital. La oenegé Oxfam Internacinal, federación en la que está integrada la catalana Intermon, ha organizado el trabajo. Otras oenegés hacen lo propio en otras zonas de la ciudad para diversas labores con idénticos mecanismos de captación y organización.

Paco Cumbreras, técnico de agua y saneamiento de Intermon Oxfam en Puerto Príncipe, hace hincapié en la importancia de que la oenegé trabaje con personal local, haitianos que hacen de puente entre la organización y los ciudadanos. En Martissant, el coordinador local de Oxfam Internacional es Lombard Charly, de 38 años, un haitiano del barrio que se encarga de reclutar a sus convecinos para el 'cash for work' de limpieza del canal Watson, entre otros. Charly detalla los problemas con los que se encuentra, que no son pocos. Para empezar, hay más demanda que oferta y las peleas para conseguir un lugar en la brigada son el pan de cada día. "Reclutamos a gente que sea del barrio donde se realizan los trabajos y que cada vez sean personas diferentes para dar oportunidades a todos", explica el coordinador local de Oxfam Internacional en Martissant para añadir: "A veces es necesario reunirse hasta cinco o seis veces con los líderes de los barrios, que también se pelean entre ellos por el liderazgo, para poder empezar a trabajar". Y uno de los grandes problemas es determinar quién pertenece al barrio en cuestión y quién no, pleiteando por dos o tres calles de diferencia.

Junior Leosten, de 31 años, suda a chorros con un pico en sus manos mientras retira una gran montaña de escombros que taponan el canal Watson. "Nunca he trabajado", explica a EL PERIÓDICO para, a renglón seguido, cargar contra su Gobierno con dureza, con furia, denominador común que puede constatarse día a día en las calles de Puerto Príncipe: "El Gobierno no ayuda a encontrar trabajo a los jóvenes haitianos". "Trabajo en el canal para dar un servicio a la comunidad y ayudar a levantar mi barrio y mi país", explica Leosten en francés para luego asegurar que él vive de las remesas que le envían sus familiares en el extranjero y que no necesitaría el cash for work. Es su caso. Para la mayoría de haitianos, esos 150 gourdes son la comida de cada día.

Montse Martínez - El Periódico de Catalunya

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